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El pasado 31 de diciembre el Presidente Barack Obama ofreció al pueblo norteamericano un presente envenenado para 2012: la promulgación de la llamada Ley de Autorización de la Defensa Nacional. El discurso que pronunció para justificar su gesto fue un modelo de hipocresía.
El Presidente declaró discordar de algunos párrafos de la ley. Siendo así, podría haberla vetado, o podría haber devuelto el texto con sus sugerencias. Pero no lo hizo. El día 24 de enero, el Senado va a votar un proyecto, el SOPA, que autoriza a la Secretaría de Justicia a incriminar a cualquier Web cuyo contenido sea considerado ilegal o peligroso por el gobierno de los Estados Unidos. De acuerdo con el texto en debate, la simple colocación de un artículo en una red social puede motivar la intervención de la Justicia de Washington. La iniciativa ya fue definida por algunos media como un terremoto político.
El pánico que provocó fue tal que la Netcoalition.com -alianza que agrupa gigantes digitales como Facebook, Twitter, Google,y Yahoo, AOL y Amazon- admite que llevará a cabo un «apagón colectivo» durante horas si el Congreso aprueba el proyecto. La ley, teóricamente motivada por la necesidad de combatir la piratería digital, será de aplicación mundial. En otras palabras, si una Web europea, asiática o africana publica algo que las autoridades norteamericanas consideren «peligroso» puede ser bloqueada en los Estados Unidos por decisión de la justicia de Obama.
Despojada de la retórica que la envuelve, la Ley de Autorización de la Seguridad Nacional, ahora vigente, en la práctica revoca la bicentenaria Constitución del país. Afirma Obama que la «amenaza de Al Qaeda a la Seguridad de la patria» justificó la iniciativa que elimina libertades fundamentales. A partir de ahora, cualquier ciudadano sobre el cual pese la simple sospecha de conexiones con «el terrorismo» puede ser apresado por tiempo ilimitado. Y eventualmente sometido a tortura en el ámbito de otra ley aprobada por el Congreso. Comentando la decisión gravísima del Presidente, Michel Chossudovsky recuerda que la misma le trae a la memoria el decreto de Hitler para «la Protección del Pueblo y del Estado» firmado por el mariscal Hindenburg en 1933 después del incendio del Reichstag. La escalada de leyes reaccionarias en los Estados Unidos señala el fin del régimen democrático en la gran República.
El discurso mediante el cual Obama justificó hace días el presupuesto de Defensa, vino a confirmar el creciente protagonismo del Pentágono – ahora dirigido por Panetta, el ex director de la CIA – en la definición de la estrategia de dominación planetaria de los Estados Unidos. Al esclarecer que la prioridad es ahora Asia, el Presidente afirmó enfáticamente que los Estados Unidos son y serán la primera potencia militar del mundo. Recordó lo obvio. El presupuesto de Defensa norteamericano supera la suma de los diez mayores que le siguen.
La degradación del régimen se acentúa de año en año. La fascistización de las Fuerzas Armadas en las guerras imperiales es hoy inocultable. Comentando esa evolución, respetados observadores internacionales, algunos de ellos norteamericanos, definen a los Estados Unidos en este inicio del tercer milenio como «dictadura democrática.» Chossudovsky va más lejos; enuncia una evidencia dolorosa cuando escribe que en los Estados Unidos se acentúa la tendencia hacia «un Estado totalitario militar con ropaje civil».
Desmontarles la fachada es una exigencia para cuantos identifican en el imperialismo una amenaza a la propia continuidad de la vida. Tarea difícil, pero indispensable.
Desmontarles la fachada es una exigencia para cuantos identifican en el imperialismo una amenaza a la propia continuidad de la vida. Tarea difícil, pero indispensable.
Significativamente, las leyes fascistizantes comentadas en este artículo pasarán casi desapercibidas en Portugal. Los analistas al servicio de la burguesía y los media llamados de referencia ignorarán el tema, en franca demostración del vasallaje neocolonial de la escoria humana que oprime y humilla a Portugal.
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